“Yo no te pido que me bajes una estrella azul; sólo te pido que tú quieras mi amor”.

Romancero popular argentino

Durante la tarde del pasado martes, en un espacio repleto de sillas pequeñas y miradas expectantes, más de un centenar de chicos y chicas -algunos de guardapolvo, otros con uniforme, otros ya casi adultos- se reunieron para ser testigos de algo que muy pocas veces ocurre a esa edad. A su corta edad, se convirtieron en autores publicados.

El proyecto nació en 2019 desde la Dirección de Educación de Yerba Buena. En ese momento se convocó a periodistas que dictaron talleres de crónica periodística abiertos a estudiantes de escuelas públicas y privadas. De esos encuentros sostenidos por quienes se animaron a escribir y a publicar surgió el primer libro, integrado por relatos sobre personas, escenas y situaciones de la ciudad, incluso con un nombre pensado junto a los propios autores.

Con la pandemia, en 2020, la propuesta se transformó en concurso y desde entonces cada edición propuso un nuevo eje: autobiografías, ficción sobre Malvinas, relatos por los 40 años de democracia y, más recientemente, utopías y distopías.

Con ese objetivo en mente se realizó la presentación de la séptima edición del programa, cuya tema esta vez fue un “Romancero Tucumano; historias de amor, humor y desventuras”. Un libro real, pesado, con olor a tinta, donde cada página llevaba la voz de quienes todavía viven el amor con el vértigo del “todo ahora”, del “si me deja, el mundo termina”, del “me brillaban los ojos”.

Porque esa es la promesa sencilla, y a la vez revolucionaria, del proyecto. La de publicar a los jóvenes, sin filtros, sin corregirles la emoción, sin exigirles que adopten la voz del adulto.

“Queríamos que escribieran sobre su propia realidad”, contó Victoria Desjardíns, secretaria de Educación de la "ciudad Jardín" y una de las impulsoras más fuertes de este programa. “Usualmente, siempre el que escribe es el adulto. Nosotros queríamos apuntarle a otro escritor. El sub-18. Que sean ellos los que hablen”, comenta.

MISIÓN CUMPLIDA. Desjardins contó que este 2025 se imprimieron 600 ejemplares que no se ponen a la venta, sino que se regalan a los alumnos publicados. LA GACETA/ FOTO DE ANALÍA JARAMILLO

Y ellos hablan. Y ellos escriben.  Con torpeza a veces, con lucidez sorprendente otras. Como Máximo Eliseo Juárez Roldán, que congeló un partido de fútbol para narrar ese instante en que un adolescente descubre que algo (o alguien) empieza a importarle más que el arco rival. “Con solo una mirada me di cuenta de que ya había traspasado todos los muros de mi corazón. Me descuidé mirándola a ella y nos metieron dos goles”, narró el joven de cuarto año del Colegio Pucará.

Desjardín sonrió con cada una de las historias que ahora tiene entre sus manos. “Eso es lo que buscábamos, que se rieran de sus catástrofes amorosas. Esa edad en la que sienten que el mundo se termina”, dijo.

Emma Molineri, de quinto grado del Colegio Kinder, escribió como quien copia la escena más dulce del recreo. “María era alta, ojos negros y su pelo largo brillaba como la noche. Martín quedó encantado; estaba seguro de que sería su pareja en el gran baile”, redactó en su historia titulada “Enamorados”.

Todos aquellos que lean esta historia, ahora podrán imaginar la voz de la nena de 10 años,  como si fuera ella misma la que cuenta estos párrafos al oído. Quizás porque, como dice Desjardin, “en la juventud todo es emoción y esperanza”.

Otros autores tiran de un hilo más hondo. Por ejemplo, Valentina Agüero Sgroi, de quinto año del colegio de la Santa Cruz, imagina un amor que trasciende vidas, tiempos y cuerpos en su poema para su futuro esposo. “Amor mío, ya te extraño, y eso que no me conoces… Será que hace muchos años nos amamos tanto tanto…”, escribió.

Desjardins, por su parte, afirmó que esta edición es la más íntima. “No los limitamos. Les dimos un macrotema y ellos volaron”, detalló. Y eso es precisamente lo que se buscó desde el inicio de esta idea, que ahora ya trascendió las fronteras de Yerba Buena para recibir a pequeños autores de todos los rincones de la provincia de la caña de azúcar.

Suyo

El libro, de tapa verde turquesa, ilustrado con corazones, flores y un sobre rosado que guarda una carta imaginaria, se abre como si invitara a espiar correspondencias ajenas, secretos de plaza, confesiones de colectivo. Cada relato tiene algo de eso.

Como el de Francisco Cossio del Colegio Pucará, que escribe desde un lugar distinto: el orgullo de pertenecer a un paisaje que él mismo llama “imperfecto, pero mío”. “El olor a cloaca, el grito del churrero a la siesta… ese es mi paisaje, y me encanta. Se vive de las risas compartidas, entre llantos y sollozos, pero con una sonrisa en el alma”, relató.

O el de Luna Herrera Cartes, de sexto grado de la escuela municipal Petrona Jiménez Campero de Adami, quien escribió a su provincia como quien escribe su apellido. “Tucumán es mi sangre, con corazón de historias… el lugar donde quiero estar”.

Así mientras los chicos escriben, crean y sueñan, Desjardíns relee cada texto como quien mira un milagro que se volvió hábito, pero nunca pierde su capacidad de asombro. “Vivimos en una generación de pantallas. Que un chico abra un documento en blanco y produzca algo inédito es casi revolucionario. Su premio no es plata ni un viaje: su premio es verse publicados”, dijo. 

Y cada año (contra todo pronóstico, contra la distracción, contra el scroll infinito) son más los que se animan a contar su mundo y dejarlo impreso, para siempre, en un libro.